Nava, sin ser un pueblo de grandes atractivos estéticos, tiene algo que hace que nos encante. Más allá de las raíces y la familia, cada uno de nosotros sabemos los motivos, por pequeños que estos sean, que nos hacen querer a nuestro pueblo. La Tierra tira claro está, y los sentimientos están ahí, pero vamos a centrarnos en la parte visual, en la tangible. Las cosas que nos gustan de Nava de la Asunción.
Los aspectos más entrañables y positivos de Nava me llevan a vivencias de la niñez pero quiero centrarme en el presente para que esto no parezca la canción de Heno de Pravia.
Un recorrido mental por nuestro pueblo me lleva a recordar parajes y lugares que me gustan de Nava, algunos seguramente comunes con todo el mundo, pero otros más por gusto personal. El Prado de Navaverde, la Cañada Grande, las Ordas antes del inicio de los encierros por el campo, los pocos bodones que quedan y su olor característico con sonido de ranas de fondo. Por supuesto,el Caño del Obispo, por su sobriedad y simbolismo, el parque y sus canales pero con el recuerdo de los columpios originales, el patio de las escuelas, la piscina antigua, el Poli, que siempre me hizo pensar que teníamos un pabellón digno de una capital, el señorío de la casa de García Segovia y el diseño moderno y funcional de la de mi quinta Ana, el depósito de mi hermano, la escalera del ayuntamiento y Marisol en las oficinas, el kiosco de la Manola, La Manola.
Me encanta la Calle Real, y que la gente de los pueblos vecinos nos critique por ir siempre paseando por el medio de la calle, eso es señal de vida en el pueblo.
Disfruto del mercadillo de los viernes, siempre el mismo, pero siempre diferente, del olor a vinagre de algunos puestos, de las bragas de familia numerosa de otros y del gran centro de reunión vecinal que supone.
Me gusta que haya tantos bares diferentes pero a la vez tan iguales en muchos aspectos. Me gusta la música del Underground, los pinchos del Bulevar, que tenga WIFI, y la cabina de teléfono que hay enfrente (aunque no la use), la profesionalidad y simpatía de Luismi en el Tricicle, la solera y los desayunos de la Javiera, que el Pi sea del Barça, la reforma del Hotel, los rebozados y precios del Punto, el local del Eskaparate, la decoración del Ruta, Pili en el Travesía, el rejuvenecimiento del Dandy y la siempre clientela joven del Penta, las conversaciones de Lola en el Lola, comer en Las Ordas, que siga abierta la “Osiris”(aunque no vaya) y decir siempre a mis amigos “hay que ir más al Flash”(aunque se nos olvide)
Hay muchas pequeñas cosas que siempre me han gustado aunque no me haya parado a pensarlo nunca: el pan recién hecho de Pascual, la disponibilidad de la familia Rovira en su tienda, el nuevo Día y que una princesa como Ana esté en una caja, el cajero de la Caja de ahorros, los buñuelos de Margarita el día de los Santos, el dinero de mis vecinos (de todos), tomar el fresco en verano con las sillas en la puerta, los congelados de Lourdes y la carne de Berna, la fruta de Los Palomos y Paloma como futura alcaldesa, las terrazas de verano y su vacío legal, cada minuto de las fiestas, y que duren diez días, las peñas Comando Las Ordas y El Etilómetro, el día de La Junta, que tengamos un centro de salud, y sobre todo que lo use poquísimo...
Los aspectos más entrañables y positivos de Nava me llevan a vivencias de la niñez pero quiero centrarme en el presente para que esto no parezca la canción de Heno de Pravia.
Un recorrido mental por nuestro pueblo me lleva a recordar parajes y lugares que me gustan de Nava, algunos seguramente comunes con todo el mundo, pero otros más por gusto personal. El Prado de Navaverde, la Cañada Grande, las Ordas antes del inicio de los encierros por el campo, los pocos bodones que quedan y su olor característico con sonido de ranas de fondo. Por supuesto,el Caño del Obispo, por su sobriedad y simbolismo, el parque y sus canales pero con el recuerdo de los columpios originales, el patio de las escuelas, la piscina antigua, el Poli, que siempre me hizo pensar que teníamos un pabellón digno de una capital, el señorío de la casa de García Segovia y el diseño moderno y funcional de la de mi quinta Ana, el depósito de mi hermano, la escalera del ayuntamiento y Marisol en las oficinas, el kiosco de la Manola, La Manola.
Me encanta la Calle Real, y que la gente de los pueblos vecinos nos critique por ir siempre paseando por el medio de la calle, eso es señal de vida en el pueblo.
Disfruto del mercadillo de los viernes, siempre el mismo, pero siempre diferente, del olor a vinagre de algunos puestos, de las bragas de familia numerosa de otros y del gran centro de reunión vecinal que supone.
Me gusta que haya tantos bares diferentes pero a la vez tan iguales en muchos aspectos. Me gusta la música del Underground, los pinchos del Bulevar, que tenga WIFI, y la cabina de teléfono que hay enfrente (aunque no la use), la profesionalidad y simpatía de Luismi en el Tricicle, la solera y los desayunos de la Javiera, que el Pi sea del Barça, la reforma del Hotel, los rebozados y precios del Punto, el local del Eskaparate, la decoración del Ruta, Pili en el Travesía, el rejuvenecimiento del Dandy y la siempre clientela joven del Penta, las conversaciones de Lola en el Lola, comer en Las Ordas, que siga abierta la “Osiris”(aunque no vaya) y decir siempre a mis amigos “hay que ir más al Flash”(aunque se nos olvide)
Hay muchas pequeñas cosas que siempre me han gustado aunque no me haya parado a pensarlo nunca: el pan recién hecho de Pascual, la disponibilidad de la familia Rovira en su tienda, el nuevo Día y que una princesa como Ana esté en una caja, el cajero de la Caja de ahorros, los buñuelos de Margarita el día de los Santos, el dinero de mis vecinos (de todos), tomar el fresco en verano con las sillas en la puerta, los congelados de Lourdes y la carne de Berna, la fruta de Los Palomos y Paloma como futura alcaldesa, las terrazas de verano y su vacío legal, cada minuto de las fiestas, y que duren diez días, las peñas Comando Las Ordas y El Etilómetro, el día de La Junta, que tengamos un centro de salud, y sobre todo que lo use poquísimo...
Son pequeñas cosas que hacen de Nava un pueblo “Al que siempre acabo por volver”.