Hoy en día ya no hay muchas diferencias entre los chicos de ciudad y los de pueblo. La moda es mucho más accesible a todos en ropa, música y resto de tendencias de vanguardia. Pero me pregunto si la educación y sobre todo el acceso a una educación de calidad, es igual para los chicos de ciudad y para nuestros chicos de Nava.
No dudo de la profesionalidad de mis homólogos en el Colegio Público Obispo Fray Sebastián y en el Instituto Jaime Gil de Biedma, pero a veces pienso que se deberían controlar más los resultados obtenidos por nuestros chicos.
El mal uso que se está haciendo últimamente de nuestra lengua no es un problema exclusivo del alumnado de Nava, aunque por la ortografía que utilizan algunos de ellos dan ganas de “linchar” a los profesores de lengua de las últimas generaciones de nuestros chavales. Tampoco es exclusivamente un problema local la ausencia casi total de cultura general entre los más jóvenes, pues un niño y no digamos un adolescente te puede decir la alineación de todos los equipos de primera división de fútbol sin pestañear, pero no les pidas que te digan qué compuso Vivaldi o quién escribió La Celestina.
Lo peor de todo es que en muchos casos esta ignorancia la viven como algo gracioso y sin importancia, donde si alguno se desmarca pasa a ser el empollón o la pedante. La falta de motivación en los estudios viene también como consecuencia de una falta de implicación paterna en el rendimiento escolar de sus hijos y, porque no decirlo, también por una escasa implicación del profesorado para evitar unas continuas y decepcionantes malas calificaciones escolares o el no saber motivar lo suficiente a sus alumnos para que valoren lo grande que puede ser aprender y lo útil que les va a ser en la vida seguir estudiando. Parece impensable que un padre de hoy en día no sepa, por ejemplo, en qué curso está su hija...Pues bien, en un mismo fin de semana me he encontrado en Nava con dos que no lo tenían nada claro...
A esos, a todos los padres y sobre todo a la dirección de nuestros centros escolares habría que decirles que está muy bien preocuparse de las reformas de los edificios pero en lugar de crecerse y enfrentarse, tanto unos como otros, por la fecha de conclusión de las obras, más vale que se preocupen, los unos de vigilar el correcto aprendizaje y evolución de sus hijos y los otros de cuestionarse qué se está haciendo mal ante posibles y decepcionantes fracasos escolares.
No dudo de la profesionalidad de mis homólogos en el Colegio Público Obispo Fray Sebastián y en el Instituto Jaime Gil de Biedma, pero a veces pienso que se deberían controlar más los resultados obtenidos por nuestros chicos.
El mal uso que se está haciendo últimamente de nuestra lengua no es un problema exclusivo del alumnado de Nava, aunque por la ortografía que utilizan algunos de ellos dan ganas de “linchar” a los profesores de lengua de las últimas generaciones de nuestros chavales. Tampoco es exclusivamente un problema local la ausencia casi total de cultura general entre los más jóvenes, pues un niño y no digamos un adolescente te puede decir la alineación de todos los equipos de primera división de fútbol sin pestañear, pero no les pidas que te digan qué compuso Vivaldi o quién escribió La Celestina.
Lo peor de todo es que en muchos casos esta ignorancia la viven como algo gracioso y sin importancia, donde si alguno se desmarca pasa a ser el empollón o la pedante. La falta de motivación en los estudios viene también como consecuencia de una falta de implicación paterna en el rendimiento escolar de sus hijos y, porque no decirlo, también por una escasa implicación del profesorado para evitar unas continuas y decepcionantes malas calificaciones escolares o el no saber motivar lo suficiente a sus alumnos para que valoren lo grande que puede ser aprender y lo útil que les va a ser en la vida seguir estudiando. Parece impensable que un padre de hoy en día no sepa, por ejemplo, en qué curso está su hija...Pues bien, en un mismo fin de semana me he encontrado en Nava con dos que no lo tenían nada claro...
A esos, a todos los padres y sobre todo a la dirección de nuestros centros escolares habría que decirles que está muy bien preocuparse de las reformas de los edificios pero en lugar de crecerse y enfrentarse, tanto unos como otros, por la fecha de conclusión de las obras, más vale que se preocupen, los unos de vigilar el correcto aprendizaje y evolución de sus hijos y los otros de cuestionarse qué se está haciendo mal ante posibles y decepcionantes fracasos escolares.