“Estamos a la espera de lo que pueda pasar tras empezar a dejar salir gente a la calle”; Raquel Adeva del Río, enfermera en el Hospital Universitario de Getafe.
Con residencia actual en Palazuelos de Eresma y el corazón
dividido entre Nava de la Asunción, Zaragoza y Nieva, donde tiene a muchos familiares y amigos,
Raquel Adeva del Río es actualmente enfermera en el Hospital Universitario de
la localidad madrileña de Getafe, donde lleva trabajando desde hace 18 años. “Suelo
salir en mi coche pasadas las seis de la mañana. Antes de la crisis sanitaria iba
hasta la estación de Segovia para trasladarme en AVE hasta Chamartín y tomaba
otro Cercanías hasta Getafe. Tomé la decisión de cambiar porque quitaron trenes
y salían con menos plazas disponibles, no estaban los de todos los horarios y
para volver lo mismo. Me pasaba todo el día en Madrid por la mala combinación". También lo hizo para evitar la cadena de contagio, "no es lo mismo ir
directamente con tu coche puerta a puerta que ir a la estación, con el trasiego
de gente que se monta en el Cercanías, muchos sin mascarillas y luego ir al
hospital que es otro foco de contagio. Fue por quitar un poco de peligro”
señala Raquel, quien para evitar los peajes de autopista prefiere ir a trabajar
por el puerto de Navacerrada, “llegué a escribir a Autopistas y Abertis
explicando que era sanitaria y mi situación puntual durante la pandemia, pero
no sirvió de nada. Contestaron que no había ninguna orden del ministerio al
respecto”. Reubicación
Raquel pasó por urgencias, pero lleva ya catorce años en la
consulta de otorrinolaringología. Con la llegada de la crisis sanitaria y la
suspensión de todas las consultas, la reubicaron en una específica de la covid-19,
realizando pruebas al personal del centro hospitalario a los que se encargaba
de sacar muestras, “la toma se hace introduciendo un bastoncito por la nariz y
alrededor de la garganta para obtener muestras. Al principio empezamos haciendo
muchas pruebas, pero luego nos llamaron la atención porque no se podían hacer
tantas, porque no había reactivos ni material. Hemos pasado por muchas fases,
ha cambiado el protocolo muchas veces. Primero se hacían con cualquier síntoma
y luego había que tener más sintomatología para realizarlas. Se ha ido
cambiando según tuviéramos material o se pudiera disponer del personal, porque
si hacían la prueba y daban positivo, se tenían que ir a casa 14 días mínimo.
Luego cambió el protocolo y se repetía a los siete días, Ha ido cambiando según
la evolución que ha tenido la pandemia, no ha sido con un criterio uniforme”
señala la enfermera.
Raquel, a la derecha, con un EPI completo
Raquel no tiene datos exactos de los compañeros que han dado
positivo en su hospital, pero tiene constancia de que son muchos los
contagiados, “al principio entre un tercio y la mitad de los que se la hacían
daban positivo, pero tampoco se hacía a todo el mundo. De los que lo han pasado
muchos ya han vuelto tras superarlo, algunos tuvieron síntomas leves, pero
otros han estado muy graves, incluso dos han fallecido con poco más de
cincuenta años” destaca, mientras comenta como ya ha retornado a su consulta
habitual de otorrino para atender a las urgencias, ”toda la zona de consultas
del hospital se transformó en zona limpia de coronavirus, se habilitó para urgencias
de todo lo que no tuviera que ver con medicina interna, donde durante casi un
mes ha sido casi todo coronavirus. Esa zona permanece actualmente, pero esta
semana ya se ha empezado a limpiar y abrir alguna UCI, porque ha descendido
mucho el número de casos. Poco a poco se está intentando volver a la normalidad,
pero estamos en espera de lo que pueda pasar tras empezar a dejar salir gente a
la calle, a ver qué pasa”.
Raquel recuerda también como al principio de la crisis
sanitaria la situación en el hospital se volvió caótica. El centro llegó a
colapsarse por la llegada diaria de cientos de personas afectadas por el virus.
El material de prevención escaseaba y se apañaron como pudieron, aunque
reconoce que ya sí les dan un EPI al día. ”Las compañeras que han acabado en
puestos de primera línea se han unido mucho porque han vivido momentos muy
duros y los siguen viviendo; ver que se les moría mucha gente o cambiar de
turno y encontrarse gente tirada en los pasillos que se ahogaban y no podían
hacer nada más que cogerles de la mano. Cosas muy duras que les hacían salir
llorando todos los días. A otros compañeros hasta les ha dado lipotimias de
tantas horas con los equipos de protección puestos. Por mucho que seas sanitario,
no estás preparado para eso.”
Respecto a la desescalada de la crisis sanitaria, Raquel
Adeva no lo ve tan fácil, ”se está haciendo muy poco a poco, porque el periodo
de incubación de esta enfermedad es muy largo, dos semanas, y la gente que se
pone enferma está mucho tiempo ingresada. Los que se recuperen están
prácticamente un mes recuperándose y eso colapsa mucho porque sigue llegando
gente. Se nota el bajón porque han pasado seis semanas, pero ahora que han
salido los niños no sabemos. Es complicado abrir nuevas zonas limpias, porque a
todo el personal que entre en ellas habría que hacerles pruebas casi a diario…” Medidas
Las medidas de prevención no han variado en el hospital, “todo
el personal lleva mascarilla y guantes, pero dependiendo de la zona del hospital
donde estés trabajando, llevas una mascarilla u otra, en zona limpia vale con
una quirúrgica, pero en otras, como yo que estoy en otorrino, cuando hay
pacientes, al estar trabajando en la vía aérea debemos llevar mascarillas con
más protección, porque la garganta y la nariz es donde más concentración de
virus hay. Si estás en UCI llevas EPI, pantallas y de todo” comenta la
sanitaria relatando sus propias medidas de protección,” cuando salgo del
hospital, me quito todo, me lavo las manos, pongo una mascarilla limpia y salgo
intentando no tocar nada. En el coche tengo alcohol desinfectante y lo paso por
el volante y lo que toco. En casa dejo los zapatos fuera y los doy con una
solución de lejía y agua, me desnudo en el pasillo y meto la ropa en una bolsa
para lavar y ya me subo a duchar. Eso lo hago siempre, de la calle no meto
nada".
Con Anselmo, su pareja, y con su hija Inés, de seis años, ha
intentado aumentar las medidas de prevención, “a mi hija cuando llego no le
dejo que me toque hasta que no me he duchado, se intenta reducir los besos,
pero es una niña y viene y te los da, aunque entiende la situación
perfectamente y estaba encantada de poder salir a dar un paseo con su bici y la
mascarilla puesta” concluye.